lunes, 19 de diciembre de 2011

Asi fue como mori

Nadie merece morir de la misma manera en que yo lo hice, pero tengo la conciencia tranquila, ya que mi muerte no fue en vano, salve vidas y entre ellas, la de mi hija, un bebe de tan solo meses.
Recuerdo aquella noche.
Cada vez que cierro los ojos, veo las fauces de aquel lobo, cerniéndose sobre mi, como la noche se cierne sobre el día.
Recuerdo como corría por las viejas calles de la ciudad, era tarde y hacia frío, sin apenas darme cuenta, en un callejón me vi encerrada.
Ya no me quedaba nada, ninguna salida y tampoco ningún arma.
Desarmada y agotada, me deje caer contra la pared, derrumbada.
Pero entonces, cuando baje la mirada hacia mi hija, que en mis brazos descansaba, una chispa en mi interior se encendió, como se enciende el fuego en una hoguera, mirar sus grandes y azules ojos, me hizo recordar que luchaba por una razón, que tan solo una pequeña vida, hacia que me levantara cada mañana, que mereciera seguir viviendo cada día como si este fuese el ultimo.
Así que no me rendiría, no me dejaría vencer sin luchar por la única cosa a la que amaba en este mundo.
Escondí a mi pequeña tras unas rocas amontonadas y me arme con unos cristales rotos y me prepare para el enfrentamiento cara a cara con el temible hombre-lobo que llevaba aterrorizando a la ciudad desde hacia décadas.
Un terrorífico aullido rasgo la tranquilidad de la noche y unas fuertes pisadas resonaron por todo el callejón.
Y ahí estaba el, de su gran hocico la sangre chorreaba.
Comenzó a coger carrerilla y a dirigirse en mi dirección.
Apenas pude darme cuenta, cuando ya estaba sobre mi, me propino varios zarpazos y mordiscos, hasta que uno de ellos me hirió profundamente, sabia perfectamente que moriría, pero no antes de que le matase, así que reuní las pocas fuerzas que me quedaban y en uno de sus descuidos raje su peludo cuello, la sangre salia como si fuese una cascada, ahogándome con tanto liquido y todo su peso.
Lo ultimo que oí antes de que la muerte me llevase con ella, fue la preciosa risa de mi pequeña niña.
Desde entonces, la ciudad descanso y vivió plácidamente sin la furia del hombre-lobo que yo misma mate.
Y un día, cuando mi hija pregunte como murió su madre, podrán contarle que fue asesinada por una terrible bestia, pero que dio su vida para salvar la suya y la de miles de personas más.

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